Trabajando, con el taller errante instalado en Louzara, este verano. Foto de Ana. |
Mi metamorfosis en el escultor de huesos esta siendo más lenta y difícil de lo que esperaba, y eso hace resentirse a mi maltrecha economía. No puedo olvidar que el objetivo es llegar, un día no muy lejano, a ganarme un jornal con mi trabajo. Y aunque dicen: que para ganar dinero hay que gastar dinero (este refrán siempre me pareció el eslogan de un banco para terminar sangrándonos con sus intereses), yo creo que la realidad es otra: cuanto menos gaste al principio, antes empezaré a ganar después.
Por tanto, necesito un taller que pueda transportar con facilidad, y que sea barato. Que me permita trabajar en cualquier lugar donde disponga de una mesa pequeña y un enchufe. De hecho, estas premisas de partida se complementan. Para que las herramientas ocupen el mínimo espacio, lo primero que hay que hacer es comprar solo las imprescindibles, y eso significa ahorro. Para empezar, las cosas que puedo hacer a mano no las pienso hacer con ninguna maquina. Pongo toda la energía que mi trabajo pueda generar, pero no pienso darle ni un kilovatio de más a ninguna compañía eléctrica. Mi sueño es llegar a ser energéticamente autosuficiente (pero esa será otra historia).
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Piezas que preparé este verano en la montaña lucense. |
Uso una multiherramienta Dremel 300 con lápiz de eje flexible, un poco por casualidad. Fue una oferta que encontré: la Dremel, el lápiz de eje flexible y la abrazadera (o morsa) para mesa, por 70 euros. Es un modelo descatalogado (por eso estaba tan bien de precio) pero tiene suficiente precisión para empezar y sigo pensando que no me equivoqué al comprarla. Encaja perfectamente con la idea de inicio: ligera, pequeña y barata. También incorporé al equipo básico una lampara de leds con lupa. Imprescindible para los detalles más pequeños. Aquí también tuve suerte, estaba negociando en segunda mano, cuando un amigo me mandó el enlace de una buena oferta en un hipermercado. Y para terminar, la mascarilla antipartículas (como no hay estudios sobre como afecta el polvo de hueso a los pulmones, siempre uso mascarilla) y los cascos de protección contra el ruido, artículos necesarios y bastante económicos. Y este es todo el equipo necesario. Ya está, Ana introduce los pagos en la base de datos de gastos y comprueba que no me he pasado ni un pelo en la inversión. Y yo, por supuesto, sacando pecho. CRASO ERROR.
Le llamo el taller errante, por un lado, porque anda de una parte a otra sin tener asiento fijo, y por otro, debido a la cantidad de errores que cometí al comprar las "fresas". Las fresas son como brocas de taladro, que se sujetan al extremo del lápiz de eje flexible, y giran a toda velocidad para desbastar el material. Estas pequeñas cabronas, habían decidido hundirme el presupuesto y amargarme la existencia. El proceso de descubrir cuales son las adecuadas para trabajar el hueso, ha sido tan costoso, largo y difícil, que es la causa de que halla decidido escribir este blog. Creo que mi experiencia puede ser útil para cualquiera que desee empezar este camino y quiera ahorrarse los fallos que cometí yo.
Como ni en los centros comerciales, ni en las ferreterías, tienen este tipo de material (casi nada), compré las fresas por internet en Europa, Asia y América. No las encargué en Australia, porque por algún motivo que desconozco, los gastos de envío desde ese continente son de 60 euros. El caso, es que las probé de todos los tamaños y formas, de todos los tipos y durezas. Rompí muchas, quemé otras y las más, simplemente se gastaron en poco tiempo. Un desastre, no solo por el chorreo de dinero, si no también por las decepciones sufridas. Se hizo habitual esperar más de un mes a que llegara un pedido de China o EEUU (que pensaba resolvería el problema) volver de Correos con mi flamante paquete, para a continuación, romper sin querer, todas y cada una de las fresas que había comprado. Como sería la cosa, que hasta Ana no me hizo ningún reproche a pesar del considerable aumento de nuestra plantilla excel de gastos.
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Las fresas que quedaron después de la criba. |
Una vez terminada la primera parte de la talla, para alisar las superficies, pasamos a las fresas de diamante. Son económicas, fáciles de encontrar, y de todos los tamaños y formas. A diferencia de las de tungsteno, trabajan a velocidades bajas y siempre hay una cosa a tener en cuenta, se desgastan muy rápido. Por eso hay que usarlas solo para afinar los detalles, nunca para desbastar el hueso.
Resumiendo, cada una de ellas tiene un uso determinado, hay que parar y cambiar de fresa constantemente, cada vez que sea necesario. Si no se hace así, la vida útil, de cada una, se reducirá sensiblemente.
Y aquí estoy, ya he conseguido todo el material que necesita un escultor de huesos, pero en vez de sentirme pletórico, lo que tengo, es la sensación de que los costes son excesivos y va a ser muy difícil llegar a cubrir gastos. Los huesos, las fresas, el trabajo... Y para quitarme el mal sabor de boca, decido preparar una "Carne en Pastelón", se trata de freír un gran filete empanado de tres dedos (unos 5 cm) de grosor, que después de quitar el aceite se rehoga en una generosa cantidad de vino blanco y que normalmente se sirve con patatas panadera. Este plato es delicioso si está hecho con una buena carne, y la mejor ternera gallega que conozco se puede comprar en la carnicería de Pío y Julia, al pie del Monasterio de Samos, a 20 minutos de Louzara. Y mientras cortan la carne les cuento mi proyecto, cosa que les parece muy curiosa, y sin más, deciden apoyarlo en lo que buenamente puedan, que no es otra cosa que surtirme de todo el hueso que necesite sin pedirme nada a cambio. Después del sobresalto inicial, de vuelta a la casa, caigo en la cuenta que con esa ayuda, no solo recibo el impulso que necesitaba, sino que además, han transformado la materia prima de mi trabajo en algo muy especial, algo más profundo y primordial, algo que hunde sus raíces en la misma columna vertebral de Galicia... Ahora trabajo con los huesos del Camino de Santiago.
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